Descripción de la asociación



La Asociación IMPULSO CIUDADANO se suma, como movimiento cívico, al servicio para la vigilancia de los derechos de los ciudadanos, la racionalización de las administraciones públicas y la regeneración de la vida política.

"La Cataluña virtual es omnipresente. La misión de Impulso Ciudadano debe consistir en hacer aflorar la Cataluña real".


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jueves, 18 de marzo de 2010

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En algunas ocasiones, en demasiadas diría yo, suele ocurrir que ante el silencio o el mimetismo de muchos la voz de algunos parezca la voz de lo razonable, de lo mesurado, de la verdad; en tanto que la voz de uno solo, que sólo trata de expresar una verdad que conoce, tiende a ser condenada por alterar la tranquila conciencia dominante. Y ello sin que importe demasiado que unos sean más y poderosos pero carezcan de verdad y que otro, u otros, sean uno o pocos y nada posean salvo esa verdad.

Todo esto me lleva hoy a recordar una historia que, si me permiten, voy a compartir con Vds.

Les voy a explicar un cuento.

Érase una vez un amigo mío médico y analista químico al servicio municipal de una población innominada cuya vida social y económica gira en torno a la explotación de un balneario de saludables aguas, fuente de la riqueza y de la prosperidad económica de todo el pueblo y eje en torno al cual se vertebra toda la vida del municipio.

Un día, mi amigo descubre al realizar sus prácticas analíticas que las aguas del balneario están contaminadas. La causa se halla en la proximidad de una zona insalubre de subsuelo putrefacto por donde filtran las aguas del balneario. Tras cerciorarse de la situación, concluye que hay un peligro gravísimo para la salud de los usuarios de dichas aguas.

Alarmado, y deseando evitar a la comunidad los problemas que puedan avecinarse, se dirige a los poderes locales para informar de su hallazgo y anuncia que la solución es el cierre temporal del balneario hasta que se emprendan nuevas obras que recojan las aguas en una zona más alta, alejada del foco de contaminación. ¡Se alegra de haber hecho el descubrimiento a tiempo! También anuncia que se cree en la obligación moral de anunciara sus conciudadanos tanto los hechos comprobados como la propuesta de solución y que para ello nada mejor que dirigirse a todos ellos a través del periódico local “La voz del Pueblo” que será la herramienta más rápida para tal cometido.

Sin embargo, temerosos de las consecuencias económicas que la difusión de tal noticia pueda producir entre los actuales y futuros clientes del balneario, de las pérdidas que la nueva situación conlleva y del coste que gravará las nuevas obras, las autoridades van retirando su apoyo a nuestro probo amigo y deciden actuar “con moderación” y minimizar los hechos para preservar así no sólo su propia gestión precipitada en la construcción del balneario, sino la riqueza económica del lugar que a todos les alcanza. Cuestión menor es que ello suponga silenciar la magnitud de la verdad y arriesgar la salud de todos.

Pero como el asunto ya ha trascendido, para evita la alarma exigen al químico que se retracte de sus afirmaciones so pena de ser destituido de su cargo, cosa que al final sucede, porque quien difunde opiniones que perjudican la prosperidad de su ciudad no es más que un enemigo del pueblo.

Nuestro hombre, atónito, escucha con estupor tales argumentos cargados de “seny” y moderación, y se horroriza de lo que ello significa. No son sólo las aguas lo que en la población está infectado.

Reunido el pueblo en Asamblea, las cosas son “convenientemente” presentadas por todos los poderes políticos, económicos y mediáticos. Y, como era de esperar, nadie quiere lo que pueda poner en peligro su abundancia. Y lo que pone en peligro esa abundancia es, sobre todo, la verdad; unas palabras que no desean oír. Queda sola y desautorizada la voz que la predica.

¿Les suena la historia? Es verdad. El supuesto amigo mío no es tal, sino el protagonista indoblegable de la obra de Henrik Ibsen “Un enemigo del pueblo”, publicada en 1.882. Entonces, como hoy, ahí queda el polémico e incómodo mensaje de Ibsen. Y es que la mentira, no es un mal menor, ni se legitima porque la suscriban muchos ni porque amenace la cómoda situación de una mayoría.

La historia sigue siendo muy actual, pero si la misma perturbó y fustigó la tranquila conciencia de la sociedad de entonces, hoy, más de cien años después, nuestra sociedad está algo más narcotizada y la voz irreductible de la verdad no logra despertar del letargo a una sociedad apática que ya ni siquiera tiene la prosperidad económica para salvaguardar.

Pero lo que sí sigue existiendo es unos poderes públicos, económicos y mediáticos celosos de su poder que no desean que otras solitarias voces aleguen sus razones y, menos aun, permitir que la verdad de éstas pueda amenazar privilegios consolidados. Y para ello extienden el miedo y favorecen la codicia. Pretenden que el individuo libre y veraz se subordine a esas autoridades que, escudándose en el deber de velar por el bien común que les legitima, hablan en nombre de todos pero operan, en cambio para perpetuarse en sus cargos. Las voces libres, ora en la Universidad, ora en cualquier otro foro social, son, en cambio, enemigos del pueblo.

Nuestro enemigo del pueblo hoy, como ayer, es quien desea expresar el pensamiento libre, quien desea transmitir a quien le quiera oír, su derecho como ciudadano libre de hacer pública la verdad, caiga quien caiga. Y ello, porque la razón es de quien la tiene, del no sujeto a vasallaje, y no de la mayoría mentalmente colonizada que se la arrogue.

Y sigue siendo difícil, muy difícil, y arriesgado decir lo que otros no quieren oír. Y ante ello, más o menos directamente, se recurre a silenciar por la fuerza, por la amenaza o por la exclusión. Ese es el precio que paga quien dice lo que desde el poder no se quiere oír.

Quienes tienen al rebaño controlado no admiten ovejas díscolas. Y díscolos son quienes se resisten al corsé impuesto por el poder, cualquiera que sea, y no se avienen a silenciar sus convicciones; quienes desde su conciencia de hombres libres, pese a quien pese, avanzan su verdad: que hay otra manera de vivir en sociedad; que no es preciso marginar ni humillar a nadie; que no hay que crear vallas cada vez más altas para que sólo los que mejor salten pasen a formar parte del club de los elegidos; que como valor social siempre será mejor la solidaridad que la competencia; que una sociedad que basa su paz en el silencio de los ofendidos es una sociedad enferma a la que hay que zarandear y hacerla consciente de su mal; y que, por encima de todo, debe haber un principio de igualdad de derechos entre seres humanos que ningún poder público puede violentar.

Mañana, alguien más querrá hablar en un Foro público, sea o no una Universidad. Mañana, alguien más querrá decir a muchos adormecidos que un inminente peligro nos acecha. Mañana, y dentro de muchos años, se seguirá luchando por el derecho a expresar la verdad desnuda frente al poderoso oropel de la mentira. Pero, quisiera pensar que, a diferencia de lo que ocurrió en la obra de Ibsen, nuestro hombre, cualquiera que sea, recibirá la atención de una sociedad menos adormecida, más despierta ante los derechos de otros, que no permita que la voz libre de la verdad sea considerada la de un enemigo del pueblo.

En la mente de todos nosotros están recientes sucesos en una universidad, pero también multitud de voces solitarias, pero irreductibles, que son el orgullo de todos nosotros y no han abdicado de la defensa de la verdad, y ello aunque ésta pueda ir en contra de su interés personal.

Mientras haya hombres o mujeres así no estaremos del todo perdidos.

María José Peña

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